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joseph

Cianotipia o cyanotypes

Cianotipia o cyanotypes

La técnica de los cianotipos llegó a mí de forma muy curiosa y sin que me diera cuenta. Yo soy aficionado a la fotografía pero no al grado de enloquecer por conseguir equipo fotográfico y además peco de ignorante al referirme a lentes, técnicas, accesorios para cámaras y tipos de cámaras fotográficas. No podría mantener una conversación de cinco minutos con alguien que medianamente se interesa por "la fotografía". Sin embargo, mi curiosidad por hacer mezclas y reacciones químicas con material casero siempre están latentes y algunas veces despierto con la inquietud de salir a la farmacia Paris a comprar utilierías de químico y algunos compuestos para reproducir químeras de la internet. Volviendo a cómo llegó a mí la técnica de la cianotipia. Había vuelto a casa luego de dejar a mi mujer en su trabajo muy temprano por la mañana y estaba dispuesto a hacerme el primer expresso de la mañana para sentarme a contestar correos electrónicos y disponerme a trabajar en lo mío (esto es lo que menos importa) cuando de pronto sonó el teléfono; era un amigo de mi mujer que estaba pasando por algunas complejidades afectivas y que quizás necesitaba un poco platicar por lo que estaba pasando así que yo estaba dispuesto a escuchar lo que tuviera que decir en desahogo siempre y cuando tuviéramos una cerveza en la mano o algo parecido. 

-¿Qué ondas?, ¿qué estás haciendo?, decía el amigo de mi esposa del otro lado de la línea.

-Nada, dejé a mi mujer hace un rato en su trabajo y estaba por ponerme a trabajar, pero ¿porqué no te pasas por la casa y echamos un café?, yo contesté.

La conversación era un poco insulsa, en realidad yo no sabía qué preguntarle o cómo invitarlo a la casa para que pudiéramos platicar.

-¿Qué te parece si mejor tú te vienes a mi casa y acá nos tomamos el café o algo más fuerte?

Al parecer nunca hablo claro con la gente, o lo que yo digo no tiene suficiente significado de cosas circunstanciales, el caso es que tuve que insistir para que entendiera que era él el que debía de venir.

-Mira, te decía que estoy por ponerme a trabajar y no me puedo desplazar fuera de mi casa por...

-Ok, ok, hay un taller de revelado y fotografía en la universidad y me gustaría tomarlo, ¿qué onda?, ¿vamos? 

-Ven a la casa y platicamos acá.

-Bueno, salgo en cinco minutos y te vuelvo a marcar cuando esté por llegar, pero no estoy de muy buen humor cómo te podrás imaginar. Dijo al final él.

Hay una redundancia con esto de las telecomunicaciones, no sé para qué diablos quería volver a hablar antes de llegar a mi casa. Yo simplemente le estaba invitando porque de alguna forma sabía que él lo necesitaba (en realidad mi mujer me dijo esto). El caso es que cuando llegó me contó que había una maestra fotógrafa muy reconocida por la universidad que da clases en varios lugares; que no recordaba su nombre; que era un taller de revelado digital, etc, etc... que el taller tenía un costo de aproximadamente US $45 y que solamente eran seis sesiones. La cosa no sonaba tan mal, yo por haber llegado del viejo mundo veía el precio bastante acequible y aunque tenía muchas cosas que hacer, mis fechas límites o deadlines estaban un poco lejos y de forma optimista, podía gastar un poco de tiempo por las mañanas en este curso de "revelado digital de fotografías". El caso es que fuimos a inscribirnos después de beber café y un par de cervezas. Yo pagué la cuota sin siquiera mirar el resumen o el brochure del taller. Todavía después ni me interesé por saber de qué se trataba el dichoso curso. Una semana después estaba con el amigo este en un auditorio de un museo. Allí se presentó la maestra junto con un grupo reducido de chicas; todas ellas eran estudiantes de artes plásticas o cosas afines. Al principio la maestra tiró rollo sobre la historia de la fotografía, luego vino algo "revelador"; no era que las prácticas del curso hubieran comenzado ya, era que por fin me enteraba yo de qué se trataba la cosa. Íbamos a hacer revelado con la técnica de cianotipo, que es una técnica descubierta por un físico astrónomo de nombre Herschel en 1842 cuyo gusto por la botánica y las algas marinas lo habían llevado a interesarse por hacer un catálogo de estos vegetales más allá de la expresión del dibujo a lápiz o cualquier otro tipo de reproducción. El caso es que Don Herschel mezcló ferricianuro de potasio y cloruro de hierro amoniacal verde para obtener una mezcla sensible a la luz solar. Si esto hubiera sido un descubrimiento de este siglo, diríamos que la mezcla es sensible a la luz ultravioleta o UV. El caso es que las sombras en los objetos quedan impresas en color azul Prusia sobre una superficie algodonada luego de lavar en agua abundante. Para ser honestos, no estaba enganchado en lo más mínimo. Fueron casi cuatro sesiones (dos por semana) de verbo sin hacer nada, ni practicar, ni revelar, ni preparar sustancias. Yo no podía mantener mi interés por más tiempo; en una clase nos dedicamos a usar photoshop para obtener negativos... ¡pan comido! Eso lo hago yo todos los días al binarizar imágenes de mis experimentos y hacer análisis geométrico en matlab de cientos de miles de fotogramas a la vez. Hasta aquí habían sido US $45 tirados a la basura, más casi cuatro horas semanales de no hacer literalmente nada. Comenzaba a pensar que si quería ayudar a que alguien se distrajera de sus penas, lo mejor sería llevarlo a un bar o algo así, en vez de seguir ideas absurdas y de dejarme arrastrar y perder mi tiempo y dinero. Todo iba mal. En tantas sesiones no habíamos hecho nada. Yo ya no era paciente para soportar una clase más pero de pronto, la maestra sugirió ir a su casa a hacer las prácticas. Todo el grupo estaría en su casa porque allí había más espacio para trabajar y aplicar la emulsión que se obtendría luego de hacer por separado soluciones de esos dos compuestos. No sé, el caso es que por fin iba a suceder algo interesante. Como no me interesaba mucho el tema, hice caso a la maestra en que estas sustancias eran cancerígenas y que no debian manipularse sin protección y sin tapabocas. Luego leería en la internet que el ferricianuro de potasio es usado en la elaboración de vinos y que la otra sustancia no era ni lejanamente tóxica. No había balanza ni nada, pero había que pesar 140 gramos de ferricianuro de potasio y en la bolsita donde venía cabían 200 gramos. Con un vaso de precipitado que tenía la maestra pude medir que 100 gramos ocupan un volumen de 90 ml. Haciendo cuentas 136.7 ml eran 140 gramos. Ya mezclarlos en 250 ml de agua era cosa bien fácil. Para la otra sustancia 200 gramos se diluían en 1 litro de agua. Luego la emulsión se hacía mezclando 1:1 ambas soluciones para después aplicarse sobre el papel; que si era bajo en algodón debía de sumergirse primero en grenetina; que la grenetina se descompone entonces, la descomposición se detiene bañando en formol y así... Yo en mi excepticismo no usé ninguna mezcla con grenetina, ni formol ni nada. En un cuarto oscuro y junto con mis compañeros de taller nos pusimos todos a esparcir la emulsión con esponjas y brochas, luego dejamos cercar y yo aproveché para fumar mi pipa un rato. Algunos traían negativos impresos en impresora láser y al colocar sobre el papel amarillento y seco y con emulsión y meter esto entre dos vidrios y poner al sol por 30 minutos se veía como el papel dejaba su color amarillo y se volvía azul, luego al retirar el negativo se veían manchas amarillentas, pero al lavar en agua el amarillo se iba y dejaba el papel blanco y para el asombro de todos, se veía por fin una figura definida y casi mágica impresa y de un bello color azul Prusia. Esto me enganchó y fue entonces que quise reproducir mis propias fotos. Probé de muchas formas para ver cuál salía mejor. Inclusive compré una lámpara de UV de 20 Watts para ponerla en un cajón de madera y probar si era posible revelar así. Puse una capa, puse dos capas, puse tres capas para ver cuál era la mejor. Imprimí a mi gato, a mi mujer y otras fotografías de edificios para simplemente ver cómo salían en ése extraño color azul Prusia.

2011, el año de México en Francia y yo... en París

2011, el año de México en Francia y yo... en París

Algunos mexicanos recordaremos el año 2011 como el año en que se cancelaron los eventos culturales y las festividades de México en Francia. El año de México en Francia había sido cancelado debido a un problema diplomático que surgió a raíz de que el gobierno francés reclamaba la repatriación de una ciudadana francesa que había sido detenida en México de una forma bastante controversial y de que el gobierno mexicano sostenía la culpabilidad y la transparencia del proceso judicial al que fue sometida dicha ciudadana. La cancelación fue muy penosa para ambos países. Francia tiraba de la cuerda diciendo que sino era repatriada su prisionera, los festejos iban a ser dedicados a esta mujer. Por otro lado, al enterarse de las condiciones de los festejos, el gobierno mexicano decidió tener "dignidad" y cancelar su participación. Ambas diplomacías se salieron con la suya. La respuesta del gobierno francés fue que México iba a perder mucho con esta cancelación y su contraparte decía que se tenía que aplicar la ley y no podía cejar en su decisión de no dejar ir a su prisionera. No tengo ahora que decir quiénes estaban perdiendo realmente. Del sólo imaginar a la tour Eiffel iluminada con los colores de mi nación, los museos franceses exhibiendo piezas de la cultura del país invitado, los eventos gastronómicos, que grupos de música toquen en los festivales locales durante la la fête de la musique o el Solidays, México mencionado en noticias europeas y se referenciado en todos lados lo que sucede con una cultura viva y que además, el país que más recibe turistas en el mundo promocione un destino turístico diferente al suyo... todo esto comienza a sonar como una pérdida desproporcionada y todo por un mal proceso judicial realizado por una persona de dudosa valía y de pocos escrúpulos. Como mexicano qué puedo decir. Se prefirió a un malandrín de poca monta a la promoción de un país con sed de que el mundo lo vea como algo más allá de un simple territorio donde mantan mujeres, queman niños y con estadísticas de muertes violentas que en tan sólo 4 años, más de 38 mil muertos por una supuesta guerra contra el narcotráfico. En fin, así está la patria. Pero todo esto es para poner en contexto. Muchos meses antes de la cancelación yo había recibido la enorme y feliz noticia de que vendría a París por 4 largos (o muy cortos) meses a estudiar y a trabajar en uno de sus afamados centros de investigación. No me mandaba mi país de viaje. Yo había salido ya hace algún tiempo de México para ir a estudiar en España mi doctorado y de allí me iban a mandar -al cabo está a un lado, dirían ellos-. Yo estaba muy contento con la feliz coincidencia. Creía que no me había podido suceder algo mejor. Venir era igual a estar en casa, con  reflectores posándose en mí y en la comunidad de mexicanos de por acá. Pensaba en la rica comida, en conocer artistas que estando en mi país me hubiera sido imposible conocer, hasta me estaba haciendo ilusión de poder participar en algún evento cultural. De pronto, todas estas ideas y ensoñaciones se desquebrajaron unos meses antes de tomar el avión rumbo a la hermosísima ciudad de París.

He de confesar que al salir del avión se me dibujó una sonrisa muy grande. Era realmente grato estar aquí. Mirar la cultura francesa desde cerca, ser usuario del complejo pero eficiente sistema de trenes y del metro de la ciudad. Utilizar mi oxidado francés para comprar boletos de metro <<bonjour, je voudrais s’il vous plait...>>, de tener un sitio propio para pasar aquí cuatro cortos meses. De venir a trabajar a un laboratorio y de no ser un simple turista a la toma fotográfica de cada piedra, de cada bar y de cada francesa que pasa por la calle. Iba a poder usar mi cámara de recién adquisición y con mis fotos iba a deslumbrar a propios y extraños. Ya desde el primer día estaba planeando mis paseos por las cercanías de París para visitar castillos y pueblos pequeños. Echar manos al equipo de laboratorio y discutir, convivir, trabajar, conocer y beber vino francés con estas personas que han marcado mi gusto por la física. Al poco tiempo, la sensación del año perdido de México se fue borrando. Borrando también la impresión de que si mi bandera no estaba en la tour Eiffel algo iba a faltar. Au contraire, nada hacía falta. Un amigo argentino desde el primer día me mostró la ciudad. Luego conocí más gente y tuve visitas de amigos mexicanos aquí en París. Vino felizmente mi esposa y recorrimos tomados de las manos callejuelas, paseos turísticos por la Siene, subimos a la tour Eiffel, tuvimos cenas en buenos restaurantes, tragos en bares céntricos de París, cine desbordante y gracias a Woody Allen con su Midnight in París, gatos callejeros peludos que disfrutaban de la noche y todo esto nos ofrecía la posibilidad del reencuentro, del amor de joven pareja. Las calles con basura, la Seine maloliente y las multitudes de gente en el metro no repersentaban ninguna incomodidad u obstáculo, eran parte del necesario paisaje de una ciudad tan romántica que lo tiene absolutamente todo... hasta una fotografía del luchador El Santo, el enmascarado de plata en la cafetería del Musée du Quai Branly. 

Y cuando se fue mi esposa, todavía me alcanzó el tiempo para seguir con la nariz, cuerpo y alma en el trabajo, para visitar el pueblo Auvers Sur Oise donde se encuentra la tumba de Vincent Van Gogh y su respetable hermano. Me dio tiempo de conocer el Château de Chantilly, de beber un trago en un bar por Père Lachaise donde una banda francesa interpretaba música blues, rock, jazz y muy significativamente interpretó dos rolas de Carlos Santana y en un español con acento francés muy marcado, el cantante de la banda daba las gracias a su público y se despedía en medio de aplausos, baile y gozadera. ¡Era increíble! Hacía sentir bien a cualquiera. En esa noche en especial, pensaba de regreso a casa si realmente se había cancelado el año de México en Francia. Llegué a la gran conclusión de que mi año de México en Francia era éste.

La gira The Wall de Roger Waters, la hermosa ciudad de Berlín sin su muro y otras barreras.

La gira The Wall de Roger Waters, la hermosa ciudad de Berlín sin su muro y otras barreras.

Ya es conocidísima la historia de cómo a Roger W. se le ocurrió el concepto de "The Wall", también que la obra no está exclusivamente dedicada al muro de Berlín, que en las diferentes versiones y presentaciones de esta gran, pero gran obra maestra del rock progresivo hay cientos de detalles respecto a las barreras emocionales que ponemos con nuestras relaciones, el trauma de crecer y convertirse en un simple ladrillo más de una pared inmensa. Una pared que divide, que no deja ver, que distorsiona el sonido, la realidad. Una pared que no deja que la gente se toque, se ame o se odie. Fui uno de los afortunados que pudo asistir al concierto de esta deidad del rock del día 18 de diciembre en la ciudad de México y meses después caigo en cuenta de que se me estaban escapando muchos detalles de lo poco que pude asimilar ese día. Comunmente escucho una canción de Pink Floyd al menos una vez a la semana. Ya sea porque me gusta o porque el modo random del reproductor del mp3 toca alguna. No me considero en extremo fan, he ido a otros conciertos de R. W. y a uno de D. Gilmour también en el DF, seguido estoy comprando uno que otro disco y admito que en esta ocasión tomé algunos vídeos de las canciones que más me gustan del álbum.

 

Recientemente hice con mi mujer un viaje a la ciudad de Berlín. Los dos queríamos ver los vestígios de la RDA, en concreto queríamos ver si quedaba algo de aquellos tiempos en los que Alemania estaba partida en el bloque capitalista y el comunista. Era parte de la historia contemporánea que nos tocó a ambos y que desde niños nos llamaba mucho la atención, de cómo una nación como esta, podía estar dividida y aunque no era la única ¡qué castigo! Era por haber comenzado una guerra con tendencias xenofobas e imperialistas. ¿Pero qué habían hecho con ese país después esa división?, ¿cómo se veía sus propios pobladores justo después de la caída del muro? Simplemente imaginar no bastaba. Había que ver películas alemanas para poder siquiera, ver una callecita o dos del otro lado de la pared. Tenía familiares que viajaban y alguno que otro que también vivían allá y yo paraba oreja para oir qué decían de esas lejanas tierras. Dejé la infancia y comencé a ir al cine a ver películas alemanas. ¡Eran mis favoritas!, siempre esperaba ver un paisaje oscuro con fuertes contrastes que me ayudaran a entender desde dónde estaba cada ciudad, qué ciudades de Alemania eran occidentales y orientales. ¡Ah!, yo quería visitar ése país. Tenía que hablar su idioma, compartir sus penas y sus grandes, que digo grandes, enormes logros en todas las actividades humanas. El cine de Werner Herzog y Wim Wenders no me bastó, había que leer a Grass y sus "años de perro", el complicado pero hermoso libro de "el tambor de hojalata", y las "opiniones de un payaso" de Heinrich Böll. Ya en la edad adulta películas como "adios a Lenin" o "la vida de los otros" aunado a que ahora mismo vivo en el mismo contienente sirvieron para alimentar todavía más mi curiosidad sobre Alemania y sobre todo por Berlín. Las cosas han cambiado mucho, la gente vive feliz, quedan algunos edificios sin remodelar y pareciera que esto es adrede para que la gente recuerde. No hay más muro en las puertas de Brandemburgo y tampoco la stasi, quedan imitadores fieles que por dos euros te dejan tomarte una foto.  También abrió sus puertas recientemente el museo de la DDR en donde puedes encontrar explicaciones de cómo funcionaban la vida e incluso puedes ver gente más o menos mayor visitando el museo y viendo algunos objetos con cierto dejo de nostalgia. Berlín es un recuerdo vivo de un muro que ya no está, de los tiempos del capitalismo y el comunismo, del autoritarismo de un lado y del despilfarro del otro. Es un ejemplo de orden que se traduce en avenidas amplias y limpias con grandes edificios modernos y trenes que circulan entre edificios antiguos dando una idea muy clara de a qué se le llama futuro. ¿Pero la Pared?, como decía al principio, veía un vídeo que yo mismo grabé de la canción de comfortably numb de la gira de Roger W. Entre que mi cámara no es muy buena y no puede grabar con nitídez ni audio ni vídeo, que el Palacio de los Deportes no es un recinto para escuchar conciertos de rock debido a que el sonido rebota por el domo y por la estructura cerrada y circular y que la gente gritaba para corear la canción, se me estaba escapando un detalle ¿Pero la Pared?, la tengo frente a mí. Atrás de ella hay una banda tocando ¿o están tocando músicos sustitutos?, ¿o no hay banda y lo que escucho es un simple playback? y es que tiempo después de haber ido al concierto me entra una sensación de no haber visto todo lo que tenía que ver ése día. De haberme perdido de algo. ¿Qué hay detrás del muro?, ¿cómo nos oyen corear las canciones los músicos del otro lado sin vernos?, ¿cómo saben que no nos hemos molestado por alguna nota no bien ejecutada?, ¿cómo saben que los adoramos? Dar un concierto a ciegas. Con pero sin público. Oir aplausos y no ver a la gente aplaudiendo. Ser espectador de uno de los conceptos más interesantes en la música rock del siglo XX y no ver a la banda que toca todo ese delicioso ruido. Hasta aquí no tengo más palabras. Una pared me lo impidió. No me permitió ver la ejecución de una canción emblemática de mi fanatismo por esta banda. A la vez, The Wall me puso nuevamente a reflexionar sobre la duda, sobre las inseguridades, lo auténtico, el amor, el arte, mi perspectiva como espectador de un concierto de rock que meses después recibe el mensaje desde el otro lado del muro: las barreras distorcionan, matan, alimentan lo malo, producen una visión equivocada de la existencia, provocan juicios injustos, esclavizan. Con una sola canción y un muro de juguete pude recibir este mensaje.

 

¿Y el muro en Berlín?, ¿lo podré ver al fin cuando haya madurado otro poco y pueda entender el mensaje?

 

La historia contemporánea también cuenta que han habido otros muros y otras dolorosas divisiones, pero esas ustedes las conocerán bien y no hablaré de ellas. Solamente espero poder ser capaz de recibir el mensaje de los que están del otro lado.

Ejercicios.

Ejercicios.

Cuando abro la boca no siempre es para hablar. La mayor parte de las veces se me escapan injurias, malos tratos, juramentos malditos, promesas que no voy a cumplir. Cuando abro la boca y estás cerca, puedo herirte. Lo sé. Abro la boca y va el golpe. Al hacer digitaciones sobre el teclado también pasa lo mismo. Es como un camión blindado sin frenos que se desliza en una pendiente y arrolla a todo aquél que se encuentre en una pendiente. No importa si lo digo en francés, inglés, español o en el idioma de mi gato. Es aplastante y sin remedio. A diferencia de la voz que se propaga en todas direcciones, la escritura puede ser controlada; puedo borrar después de leer, puedo hacer que el camión blindado se desvíe y hasta arreglarle los frenos en plena marcha. Mi propósito no es insultar a quién me lea. No es hacerlo emprender el odio y la venganza hacia mí por haber escrito tal o cual cosa. Simplemente, no puedo evitarlo. Las palabaras salen desesperadamente buscando un receptor.

 

Quisiera tener de nuevo un receptor fiel, que me esté contestando como en un sueño, pero lo perdí. Lo perdí bajo el fuego de mi lógica -no es que sea la más limpia- y se alejó para desaparecer en alguna parte de Estados Unidos. Yo me quedé en la Ciudad sin tomarme la menor molestía de enmendar los estragos de la furia descargada. Algunas veces pienso que aquella persona tenía la razón en negarse a mis encargos, que tenía poderosos motivos para mostrar hermetismo y cerrazón; otras veces pienso (por mi bien) que merecía todo lo que descargué, que no tenía argumentos, pienso en un juez imaginario que me hubiera dado la razón y sentenciado a esa persona a mi desprecio de por vida. Hoy no tengo necesidad de machacar en el asunto. Puse sentencia a esa comunicación. No hay cura ni vuelta de hoja. ¿Por qué no ser más sereno y aceptar que en verano hace calor con lluvias?, es más sencillo participar con desprecio que cediendo territorio, que siendo generoso. Estas dos cosas nunca las aprendí bien.

 

Quisiera tener un receptor fiel pero lo aniquilaría, lo haría pomada al paso de un cierto tiempo: no puedo tener control de mis palabras. No puedo despredenderme de la necesidad de tener un receptor que desde otra parte del mundo o desde otro piso de mi mismo edificio que pregunte de forma cándida sobre mí.

 

La foto invernal que pretendo poner, corresponde a mi expresión del deseo de salir, de ir a un sitio soleado o simplemente tener la opción de quedarme dentro o fuera sin tener que hacer del momento lo más cómodo posible para no enloquecer. Yo no tomé la foto. Me la enviaron mientras yo me encontraba en un sitio totalmente distinto. Yo mandé una foto donde había palmeras, arena, el mar y mucho sol. La había mandado para transmitir un poco de calor a esa habitación.

Búsqueda

Es un fragmento de un correo electrónico en respuesta a una persona que busca en su interior alguna clase de paz y de conocimiento de sí mismo. No pongo los cuestionamientos de esta persona, tampoco ningún dato que pudiera hacer reconocer a quién le contesto.

No he leído a C. Castañeda. Supongo que algo interesante tendrá que escribir el tío. Búsquedas internas. Debería haber un libro con ése título. Hay quienes se ponen a buscar algo sin saber qué andan buscando; lo hacen utilizando la frase de que "cuando lo encuentren sabrán que era lo que estaban buscando". Saber lo que se busca facilita mucho las cosas. Reduce los tiempos de búsqueda y el nivel de satisfacción es mayor cuando se encuentra por fin aquello o lo otro. Recuerdo una vez en Barcelona, me encontraba extraviado (nada de que preocuparse) entonces le pregunté a un tipo que estaba caminando por dónde yo andaba que dónde quedaba tal dirección, que estaba extraviado. El tipo me miró, tomó una maleta con ruedas que llevaba y me dijo: "todos andamos extraviados de alguna forma". Abundó más en el tema. De cómo uno puede extraviar el espiritu, el alma, la cordura; hijole, sobre todo recuerdo que dijo "la cordura". De cómo hasta la ciudad de Barcelona se encuentra extraviada. Caminamos un par de esquinas cuesta arriba y luego me dijo que ya no andaba extraviado. Dejó mi maleta, se despidió y se fue cuesta arriba. Cada vez que recuerdo eso, creo que la anécdota no pudo haber ocurrido en otro sitio ni en otro idioma. Estás en la calle procurando que algo tan material como encontrar una dirección no se convierta al paso de las horas en un problema de seguridad, luego en un problema de abandono y de pérdida, de orden. Que algo así, no se vuelva en un problema de supervivencia más hondo y básico. Sin embargo, desde el primer nivel uno es un turista con dos maletas que tiene que estar alerta al medio para poder comprender algo tan sencillo como es dónde está. No sé porque me extravio escribiéndote esto. Quizás sea porque la palabra búsqueda le queda a mucha gente que anda extraviada, que trata de que algo tan secundario como puede ser el hilo que sale de una costura de la ropa no se vuelva en el agujero de diez centímetros que permita pasar el frío. Todos estamos buscando algo. No todos sabemos que andamos buscando. Feliz él que encuentra. Perdido él que no sabe que busca. Agradecido debe ser él que sabe qué buscar.