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joseph

Ejercicios.

Ejercicios.

Cuando abro la boca no siempre es para hablar. La mayor parte de las veces se me escapan injurias, malos tratos, juramentos malditos, promesas que no voy a cumplir. Cuando abro la boca y estás cerca, puedo herirte. Lo sé. Abro la boca y va el golpe. Al hacer digitaciones sobre el teclado también pasa lo mismo. Es como un camión blindado sin frenos que se desliza en una pendiente y arrolla a todo aquél que se encuentre en una pendiente. No importa si lo digo en francés, inglés, español o en el idioma de mi gato. Es aplastante y sin remedio. A diferencia de la voz que se propaga en todas direcciones, la escritura puede ser controlada; puedo borrar después de leer, puedo hacer que el camión blindado se desvíe y hasta arreglarle los frenos en plena marcha. Mi propósito no es insultar a quién me lea. No es hacerlo emprender el odio y la venganza hacia mí por haber escrito tal o cual cosa. Simplemente, no puedo evitarlo. Las palabaras salen desesperadamente buscando un receptor.

 

Quisiera tener de nuevo un receptor fiel, que me esté contestando como en un sueño, pero lo perdí. Lo perdí bajo el fuego de mi lógica -no es que sea la más limpia- y se alejó para desaparecer en alguna parte de Estados Unidos. Yo me quedé en la Ciudad sin tomarme la menor molestía de enmendar los estragos de la furia descargada. Algunas veces pienso que aquella persona tenía la razón en negarse a mis encargos, que tenía poderosos motivos para mostrar hermetismo y cerrazón; otras veces pienso (por mi bien) que merecía todo lo que descargué, que no tenía argumentos, pienso en un juez imaginario que me hubiera dado la razón y sentenciado a esa persona a mi desprecio de por vida. Hoy no tengo necesidad de machacar en el asunto. Puse sentencia a esa comunicación. No hay cura ni vuelta de hoja. ¿Por qué no ser más sereno y aceptar que en verano hace calor con lluvias?, es más sencillo participar con desprecio que cediendo territorio, que siendo generoso. Estas dos cosas nunca las aprendí bien.

 

Quisiera tener un receptor fiel pero lo aniquilaría, lo haría pomada al paso de un cierto tiempo: no puedo tener control de mis palabras. No puedo despredenderme de la necesidad de tener un receptor que desde otra parte del mundo o desde otro piso de mi mismo edificio que pregunte de forma cándida sobre mí.

 

La foto invernal que pretendo poner, corresponde a mi expresión del deseo de salir, de ir a un sitio soleado o simplemente tener la opción de quedarme dentro o fuera sin tener que hacer del momento lo más cómodo posible para no enloquecer. Yo no tomé la foto. Me la enviaron mientras yo me encontraba en un sitio totalmente distinto. Yo mandé una foto donde había palmeras, arena, el mar y mucho sol. La había mandado para transmitir un poco de calor a esa habitación.

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Miss otras y yo -

¿Qué ocurre cuando las voces interiores son muchas, y encima mujeres?
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